lunes, 2 de febrero de 2009

LA MENTIRA

Para algunos, mentir se ha convertido en un estilo de vida. Sin advertirlo, han creado una red tan compleja de información falsa, que ya no saben como escapar del enredo y hallar la verdad.

Es probable que la mentira produzca cierta fascinaci+on en los niños. Además de aprender a evitar los regaños , pueden construir un mundo fantástico a su amaño y engatusar a los demás. Y de allí puede surgir un inocente "jugar a engañar" que, al ver las ganancias potenciales, se convierte en hábito.

Con la mentira podemos llamar la atención y producir admiración. Poder ficticio, pero poder al fin. Los mentirosos sostienen que aunque el deslumbramiento no es legítimo, de todas maneras lo disfrutan bastante. Su posición es clara e implacable: la mentira como un instrumento para obtener ganancias secundarias.

También mentimos para huir de las obligaciones asumidas. Podemos enfermarnos, o inventar una calamidad doméstica o hallar un chivo expiatorio en nuestra imaginación. Otra vez el provecho, a través de una falsificación que no siempre es delito y que produce alivio.

A veces, pareciera no existir antídoto contra esta tentación. ¿Quién no ha mentido alguna vez?. Aunque se trate de mentiras piadosas (justificadas en la intención de no producir un daño innecesario), ¿ Quien tira la primera piedra?.

Las mentiras frecuentes pueden originar, al menos, dos problemas de consideración. El primero, cuando se vuelve costumbre y se repite mecánica y sistemáticamente, sin mucho sentido: embaucar por embaucar. Ya ni sabemos por que lo hacemos.: mentirosos crónicos, megalomanía comportamental pura.

Y el segundo, cuando llegamos a creernos el cuento y a confundir verdad con embeleco. Adoptamos una forma de autoengaño donde la existencia real y fantaseada se entremezclan peligrosamente. No sólo terminamos siendo víctimas de nuestro propio invento, sino que además somos víctimas felices. Esta farsa continua y autodirigida, obra como una píldora de "éstaxis", una megalomanía existencial que nos hace sentir , irracionalmente, más ligeros del equipaje.

¿ Qué pasaría si desde hoy, sin excusas ni amagues, decidiéramos mostrarnos como en verdad somos y asumiéramos el riesgo de hacernos públicamente responsables de nuestras acciones, pensamientos y afectos?.

¿Generaríamos tanto rechazo como creemos?.

Dejar de mentir es un alivio. Sin máscaras, el rostro se ve mejor, más relajado. Ya dejaremos de vernos tan perfectos comos hemos querido aparentar, pero al menos auténticos.

Deben ser muy pocos los que nunca han mentido, si los hay. De todos modos, puedes al menos ser veraz sobre los rasgos que te definen en esencia, y que no podrías disimular o enmascarar, sin sentirte traidor de tus propias causas.

4 comentarios:

el piano huérfano dijo...

gracias por seguir a mi blog que me da la oportunida de seguir el tuyo

y las mentiras a veces nos sirve para no sentir el dolor de la realidad, pueda que se llame cobardia

muy buena reflexion

el piano huérfano dijo...

gracias por seguirme asi tengo la oportunidad de conocerte
las mentiras nos sirve ,a veces para no afrontar lo que duele al verdad, cobardía puede...
Muuuuuuuy buena reflexion

LoliG dijo...

hola! prefieron una verdad hiriente que una mentira que tarde o temprano descubra..porque como siempre se dijo...la mentiras tiene patas cortas
nos seguimos leyendo besotes ;-))

Amateur65 dijo...

Las mentiras no son ni blancas ni negras. Como todo en esta vida depende del momento, de la persona y de la propia mentira, mentiras piadosas, mentiras de amor, mentiras de compasión o mentiras dañinas, demasiado complejo para meterlas en el mismo saco.

un beso

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