domingo, 24 de mayo de 2009

Marruecos, la tierra que me enamora...

Me encanta Marruecos..tiene mucha magia,.mucho color..tiene algo especial que engancha,de ahi que siempre que puedo doy el salto al otro lado...para mesclarme con sus costumbres...y ser parte aúnque sea por horas de su paisajes ...y traerme sus colores en mis retinas...
Dice un viejo proverbio marroquí que los cristianos gastan su dinero en pleitos, los judíos, en fiestas religiosas y los marroquíes, en bodas. Efectivamente, ningún acontecimiento es más celebrado en Marruecos que el Matrimonio.

En la actual sociedad marroquí, el peso de la tradición se aligera de día en día y las celebraciones se simplifican, introduciéndose innovaciones propias de este siglo. Con el tiempo han desaparecido infinidad de ritos y costumbres, muchos heredados de épocas ancestrales y por tanto ajenos al espíritu del Islam.

Pero las bodas rurales todavía se desarrollan en un ambiente de superstición y fetichismo, colmado de actos y gestos simbólicos que significan la ruptura con la vida anterior, la purificación del cuerpo, la protección ante los malos espíritus, la entrega a la voluntad del marido, el vigor del varón, etc. Algunos muy bellos e interesantes desde el punto de vista etnológico. Todos destinados a hacer la unión, segura, próspera y feliz. A ellos nos vamos a referir.

Pletórico de rituales y alegorías, el complejo ceremonial del matrimonio tradicional marroquí podría entenderse como una especie de camino iniciático para la futura consorte, a lo largo del cual cada precepto quiere significar la muerte simbólica de su vida anterior, hasta la mutación final en mujer madura, con el acto de consumación del matrimonio. La solemnidad de los actos ceremoniales magnifica a la mujer marroquí hasta elevarla a la condición de un ser sublime.

Junto a la novia, son las otras mujeres las grandes protagonistas de esta historia: maquilladoras, peluqueras, decoradoras, bordadoras, modistas, cocineras y maestras de ceremonia intervienen en una puesta en escena en que, por una vez, el hombre queda relegado al plano de mero espectador, incluido el novio, cuya participación es limitada.

EL HAMMAM

El ritual del hammam abre el abanico de ceremonias preliminares de la boda. Para el mundo islámico el agua es un don divino, pero también significa la sabiduría profunda y la pureza, la bebida que apaga la sed del alma. Así, el hammam se convierte en espacio purificador por excelencia y en pasaje obligatorio para los grandes eventos de la vida: nacimiento, circuncisión y matrimonio.

Novia de ImilchilLos marroquíes están convencidos de que a los genios (yenun) les gusta habitar donde hay abundante agua, y por tanto, que en los hammam hay genios que se apoderan de quienes vienen a molestarles de modo insolente. Por ello, cuando una casadera, una parturienta o un recién nacido acuden a ellos para cumplir con el ritual, se encienden velas y se gritan “yu-yus” invocando el beneplácito de los yenun.

Persiguiendo su purificación física y espiritual, la tradición quiere que la novia acuda durante siete noches consecutivas a un hammam alquilado para la ocasión. Este ritual se ha ido reduciendo con el tiempo hasta un solo baño. Madre, hermanas, tías, primas, vecinas y amigas la conducen en medio de un cortejo de cirios, incienso y “yu-yus”. Entonan cánticos a la belleza y recitan alabanzas al Profeta Muhammad. Todas las jóvenes casaderas quieren ir ese día con la novia para beneficiarse de la creencia popular que concede a sus acompañantes su misma suerte.

Con esta ocasión se organiza en torno a la novia un auténtico salón de estética, donde se practica todo un ritual generador de belleza y sensualidad.

En al Andalus, durante la Edad Media, la Córdoba musulmana contaba con más de seiscientos baños públicos. Algunos tratados históricos reflejan las modas y costumbres higiénicas que ya en aquella época se practicaban, como eran el uso de pasta dentífrica, cremas depilatorias, aceites y espumas aromáticas con esencia de almizcle, jazmín o violeta.

Un poema andalusí dice, a propósito del hammam:

“El hammam es un lugar en el que los hombres, reunidos, se parecen todos, ya sean criados, ya sean señores: el hombre se codea con gentes que no son sus amigos, y su enemigo puede ser su compañero”.

EL RITUAL DE LA HENNA (ALHEÑA)

El Profeta Muhammad definía la flor de la henna como:
“La reina de todas las flores,de suave perfume de este mundo y del otro”.

La henna es una de las plantas más apreciadas en Marruecos, y en el mundo islámico en general, por sus propiedades medicinales. Es antiséptica, antibacteriana, antimicótica, antihemorrágica, etc., pero además posee cualidades cosméticas y mágicas. Se utiliza para teñir y sanear los cabellos, así como para embellecer las manos y los pies.

La henna forma parte de la cultura popular marroquí, como elemento generador del bien y talismán contra el “mal de ojo” u cualquier otro maleficio. De este modo, participa tradicionalmente en todos los acontecimientos familiares, festivos o religiosos.

Un proverbio árabe se refiere así a la henna:
“Si mis palabras fueran falsas, no te presentaría mi mano teñida de henna”.

Manod decorada con hennaEn las bodas tradicionales, el ritual de la henna comienza al día siguiente del séptimo baño, con la misión legendaria de ahuyentar a los malvados yenun del cuerpo y del alma. De manera simbólica, primero se aplica una ligera capa de henna sobre las manos y los pies de la novia, que seguidamente se retira con leche, signo de pureza y prosperidad. Un día más tarde, una neggacha (mujer especializada en estos menesteres) completa el ritual creando en sus manos y pies un fingido tatuaje a base de arabescos, caligrafías y signos simbólicos surgidos de la inspiración pero que respetan desconocidas reglas de origen remoto.


Hay que saber que el tatuaje ha representado, a través del tiempo, la identificación de cada tribu, grupo étnico o cofradía. Cada uno de sus signos tiene un significado simbólico. El círculo es símbolo de lo absoluto. El triángulo con el vértice hace arriba representa el fuego y el sexo masculino, mientras que el triángulo hacia abajo indica el agua y el sexo femenino. El número tres representa las trilogías: nacimiento, madurez y muerte; sabiduría, fuerza y belleza; o pasado, presente y futuro. El número cinco es símbolo de unión y equilibrio. El siete corresponde a los siete días de la semana, a los siete grados de la perfección, a las siete esferas, a los siete cielos. Representa la totalidad del universo en movimiento y constituye un ciclo completo.

ESENCIA MÁGICA EN LA COSMÉTICA NATURAL

En las celebraciones tradicionales del matrimonio marroquí, la cosmética constituye otro auténtico ritual.

Perpetuando la tradición, hasta no hace demasiado tiempo las mujeres marroquíes eran artífices de sus propios tratamientos de belleza. En la reclusión del harén, elaboraban con tiempo, mimo y cautela, fórmulas y remedios heredados, a base de ingredientes naturales: leche, miel, huevos, aceite, arcilla, alheña, azafrán, corteza de nogal o azahar.

El secreto en la alquimia resultaba fundamental para no perder su esencia mágica, transmitiéndose celosamente sólo de madres a hijas, con la insustituible complicidad del maestro attar (perfumista).Por ejemplo, para preservar la juventud, tomaban cada mañana, entre otros, un compuesto de jengibre, clavo, nuez moscada, raíz de galanga, aceite o miel.

En los contextos más tradicionales, todavía las novias marroquíes utilizan productos naturales para su cuidado personal. Los más comunes, además de la henna, son el khol, el ghasul, el suak, el aceite de argana, y entre las fragancias, el almizcle, el agua de rosas, el jazmín y el sándalo. El khol es un polvo realizado con antimonio, clavo, huesos de aceituna y de dátil, que embellece los ojos y resalta la mirada. El ghasul es una arcilla natural que solo existe en Marruecos, con propiedades desengrasantes, que se utiliza para el lavado del cabello; el suak, o corteza de nogal, sirve para colorear los labios. El argano es un árbol específicamente marroquí. El aceite de sus frutos, rico en vitamina E, se utiliza principalmente en la alimentación, pero también está indicado contra la esterilidad femenina, la amenaza de aborto y la azoospermia en el hombre (ausencia de espermatozoides). Sus propiedades son excelentes también en cosmética.

Claro que, en los tiempos actuales, las novias marroquíes prefieren el eye liner, carmines de atrevidos colores, maquillajes compactos y perfumes franceses.

SIMBOLISMOS EN LAS CEREMONIAS TRADICIONALES

Bodas colectivas de ImilchilPero volvamos al matrimonio tradicional marroquí. La noche de bodas es la más significativa desde el punto de vista ceremonial: los amigos del novio, acompañados de dos naggafat (maestras de ceremonia), son los encargados de raptar a la novia de su hogar, de manera alegórica, y conducirla en cortejo a casa de sus futuros suegros. La futura consorte es recibida con todos los honores. El novio es el primer hombre que atraviesa el umbral de la casa paterna con motivo de las celebraciones. Tras recitar unos versos del Corán frente a su esposa, retira el velo que cubre su rostro, descubriéndola por fin y besándola en la frente. La suegra entrega entonces a la novia una bandeja con leche y dátiles, en señal de bienvenida, y un manojo de llaves y un pan, queriéndole ofrecer su nuevo hogar. La leche pretende teñir de blanco la vida de la esposa, los dátiles simbolizan la fortuna.

Entre algunas comunidades beréberes se ofrecen higos y pasas, como portadores de felicidad y dulzura, y a veces huevos, que representan los deseos de fertilidad para la futura esposa.
Sobre un palanquín la pasean entre los invitados, con el rostro velado, para trasladarla definitivamente a la alcoba nupcial. En los medios rurales, a la mañana siguiente, la familia de la novia espera impaciente las pruebas evidentes de su virginidad.

Dependiendo de cada grupo tribal, las ceremonias del matrimonio adquieren connotaciones y prácticas muy diversas. Por ejemplo, en la región del Sus, donde los lazos tribales son muy fuertes, es costumbre simular una lucha entre las dos familias: las mujeres se tiran puñados de tagula, plato beréber a base de sémola con mantequilla y miel. De esta forma expresan su deseo de intercambiar cosas dulces entre ambas familias.

Entre los yebala (habitantes del norte de Marruecos), los parientes y amigos ofrecen harina a la novia, con la que su madre hace pequeños panes que la suegra distribuye entre los invitados. Los panes son testimonio de solidaridad y las familias quedan unidas para lo mejor y para lo peor.

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